Odio a muerte a las lolitas del tipo Nabokov. Aún no he terminado el libro. La de la cabecera no soy yo. Esto no es un cursi-blog, ni un diario, es mi liblog...

11 jun 2012

Estafa

O fraude. O embaucamiento. Y todos los sinónimos que se os ocurran, porque a mí, con mi enajenación mental, no he logrado apuntar ninguno más. Aunque para mí tiene más valor el del título de la entrada porque ha sido el primero que se me ha venido a la cabeza cuando... bueno.

¿Qué tal el día de hoy? Bueno, yo no dormí (aunque tampoco terminé de estudiarme el temita de Historia), no he sacado nada más que decepción de hoy, no he comido aun a estas horas (y cuando digo que no he comido, quiero decir que lo único que ha caído en mi estómago en las últimas 24 horas ha sido, aparte de agua, una cutre-napolitana), y me he echado una siesta de toda la tarde como buena depresiva. ¿He hecho todo lo que he querido y más y por ello me siento bien? Sí. ¿Estaba en condiciones de hacerlo? NO. Pero claro, esta noche me quedo a estudiar, vuelvo a no dormir, vuelvo a dormir mañana por la tarde, y así, queridos, es como se cambia una persona normal el ciclo de sueño normal. Joder, no me parece tan raro apetecerme dormir por la tarde (no por el desfase de la noche, sino por el sueño que entra después de comer) y luego vivir por la noche, pero que probablemente a medianoche me vuelva a entrar la modorra... cosa que, estudiando, no es difícil.

Y hoy no he sacado nada bueno porque al final ha salido toda la mierda, así, en plan fuente, mojándome (y ensuciándome entera). ¿Recordáis la segunda persona de la que hablé en el último párrafo de Gente, la primera de ellas? Una cosa es darle yo la extrema unción y cargarme con parte de culpa sólo por contribuir a lo mismo, que no es otra cosa que engañarme, y otra muy distinta es que no sólo se la he dado, sino que ha tenido el valor de pegarme un hachazo por la espalda, irse vivito y coleando y dejarme desangrándome (aunque suene asqueroso, de mierda) en el suelo. No sé, llevo todo el año sabiéndolo en el fondo pero no queriéndolo reconocer, pero reconocer en el sentido de sentarme frente a un grupo y decir "Hola, me llamo Mélody y me han estafado", porque a niver personal, sí que me lo había dicho varias veces, pero como bien dicen, no hay peor ciego que el que no quiere ver. Sin embargo, por un motivo u otro, termina llegando otro elemento, en este caso, otra persona, que... bueno, si yo hubiera querido, podría seguir con los ojos igual de cerrados, pero... es que tienen razón, lo dicho en público tiene otra dimensión. El caso es que, es como si lo hubiera leído en mi interior (y no le ha hecho falta, porque como digo, soy yo la única que intentaba negarlo), lo ha dicho fuerte y claro, y yo no he podido hacer otra cosa que sufrir la quemadura (tipo "lomo de vaca") de la palabra "estafa" en la cabeza y llorar como creo que no había llorado antes... desde el año pasado, quizás (bueno, que he llorado varias veces antes, pero no por un motivo tan similar). Os digo que yo lo sabía en el fondo, que no me quería dar cuenta, pero creo que tampoco podía como uno no puede desenamorarse cuando lo está por mucho que lo intente.

Que día sí y día también tenga una que lidiar con estas cosas... que día sí y día también aprenda la lección pero, que día sí y día también vuelva a cometer el mismo fallo... quizá radique ahí la magnificencia del hombre. Quizá envenenarse con la misma flor docenas de veces en la vida sea lo único que nos mueve en el fondo porque, salvando el "mal trago", el enamoramiento inicial por esa flor es siempre el mismo, igual de emocionado e ilusionado, atractivo... no lo sé. Yo antes pensaba que yo misma cambiaría un día como también lo haría la gente a mi alrededor. Efectivamente, yo he cambiado, ya que mis sentidos son ahora más agudos, pero la gente a mi alrededor no, y en esencia, yo tampoco. Todos venimos a ser el mismo amasijo de células con la misma masa gris y el mismo instinto de supervivencia. Que el hombre es un lobo para el hombre nunca ha sido más cierto. Lo que quería decir es que, tenía esperanzas de dejar de tropezar con la misma piedra algún día, porque ya van unas... así haciendo cabeza... cuatro o así, que me hayan marcado, pero me he dado cuenta de que, como he dicho antes, aprendo la lección, y no cambia nada. Es como ver algo en clase, tenerlo muy claro, llegar a casa y antojársenos chino mandarín. Los golpes que te da la vida quizás te enseñan, pero no te previenen de peligros futuros porque, vuelvo a repetir, todos somos la misma esencia, y me temo que sea invariable.

Y que ahora, a final de curso, con todas las penurias que he tenido que superar para llegar aquí... que ahora, cuando ya casi no queda nada, se derruya todo de esta manera tan miserable... los ladrones son los mejores (y "que se cree el ladrón que todos son de su condición, también"), al menos te roban y después te acuchillan de frente. Pero los estafadores, los defraudadores, los embaucadores... no, no, no. A estas alturas, estoy dispuesta a asumir que tengo que recibir la hostia por alguna de las dos partes, que ninguna opción me ofrece librarme de ella porque el destino así lo dicta, pero ya ni siquiera puedo escoger por dónde quiero que me venga. A medida que avanzamos, que nos sutilizamos, que, como he dicho antes, agudizamos nuestros sentidos, también se agudiza la artimaña y el engaño. No hace falta una gran bofetada para dolerte, y me gustaría volver a ser cría para creer que sí, porque luego llegan las palabras, las sentencias, y que me aspen si no habría preferido una bofetada en lugar de... una estafa.

Los que me conocen saben que me he tirado todo el año postrándome a las suelas de los pies de un falso ídolo, carácter acentuado por mí misma. Y también saben que lo hice con sumo gusto, aun cuando intuía, aun cuando estaba segura de que no merecía la pena. Hoy ya no puedo seguir haciéndolo. Siento no tomarle la palabra al revelador, pero no puedo seguir su loable ejemplo de gritar las cosas a la cara, puesto que "él" ya nada tiene que ganar ni que perder en la vida, pero yo todavía necesito nutrirme de instituciones estafadoras como esta al menos, varias décadas más. Sin embargo, creo que es suficiente renunciar a lo que más he esperado durante todo el año, y durante los seis que ha durado el instituto. Renuncio. Renuncio a las dos cosas. Vine sin nada y me voy sin nada.

Y los que me conocen lo suficiente, saben que existió en mi vida Camille, una adorable princesa oriental milyunanochesca de la cual me enamoré locamente, a la que le di las mayores alhajas de mi vida, las que ya nunca más seré capaz de crear, y ella, no sólo no las ha robado, sino que las ha tirado con indiferencia a la basura confundiéndolas con las falsas baratijas que todos sus demás pretendientes le ofrecían. La diferencia es que a ellos no les importa, pues como digo, eran falsas, cristales tintados. Pero las mías, oh Zeus, eran puras como cada uno de los sentimientos que me hizo aflorar. Que se me escaparía, lo sabía; que tendría que renunciar algún día a ella, no tenía ninguna duda, pero que sería una de las mujeres de su harén la que me comunicara tal noticia... Camille es orgullosa, intensa, pasional, dispersa, INDIFERENTE. No sé qué otras joyas la tienen enamorada, o qué otro pretendiente, pero creo que no es ni lo uno ni lo otro, y me duele no saber qué es, porque de haberlo sabido, se lo habría concedido aunque me hubiera costado embargar la vida. Lo único que sé, es que, primero, se confirma la teoría de que la ignorancia da la felicidad (si bien, el conocimiento de la Verdad da plenitud a la par que tristeza); y segundo, que habría sufrido menos si Camille se hubiera tomado la indigna molestia de rajarme de arriba abajo y robármelo todo, incluso ese habría sido el mejor detalle dadas las circunstancias, pero también era mucho pedir, así que no.  Final y egoístamente, sin habérselo propuesto siquiera, me ha desarmado, desnudado, desollado, quemado viva, pero no rematado. Y hay muchísimas formas, a cual más satisfactoria, pero la más banal, la más indiferente y, por ende, la que más le pega a ella, es matar sin matar. Me ha dado la muerte con no habérmela dado.

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Suena: Nada.
Estoy: En proceso de llevarme algo al estómago.
Sentencia: Tanto cabría hoy aquí y todavía me queda corta... y me quedo con que Nietzsche dijo que "la mentira más común es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo"; y no está demás recordar ese proverbio árabe (aunque también se ve que fueron palabras del filósofo clásico Anaxágoras) que "la primera vez que me engañes, la culpa será mía; pero la segunda, será tuya.

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